«Nuestro país trabajador, honrado y diverso, se encuentra fracturado y herido. Sufre el abandono de los políticos y de un Estado insensible, burocrático y centralista. Un Estado que le ha dado la espalda al interior del país, un Estado que sufre de ‘mal de altura o soroche’ y que se niega a subir los Andes y extenderse en nuestra Amazonía. Un Estado acechado por la corrupción y el despilfarro, alejado de sus ciudadanos…».
Ollanta Humala, 28 de julio del 2011.
Cuántas vueltas a la cabeza le habrá dado a Humala propias sus palabras mientras trataba de conciliar el sueño esta semana. Se habrá interrogado ¿mis electores pensarán que los he abandonado, que soy insensible y centralista? ¿que les he dado la espalda? Por supuesto, habrá encontrado consuelo justificando que su prometida inclusión social necesita recursos y que Yanacocha se los otorgaría. Tutu meme… por ahora.
Para la actual gestión, la inclusión social se traduce en programas sociales a favor de los más pobres. Nadie duda que esto es necesario, mucho menos que se necesita recursos para ello, y qué mejor que los que provienen del boom de la minería. Pero, acerca de inclusión política casi nada se ha hablado.
La suspensión del proyecto Conga por parte de Yanacocha, bajo exigencia del gobierno, ha dado un respiro a nuestra convulsionada gobernabilidad, la misma que se ve afectada desde hace 10 años. Paros regionales contra la privatización de hidroeléctricas, derogación de leyes o anulación de concesiones que afectaban el medio ambiente, protestas por distribución injusta del canon; todas las manifestaciones expresan la desconfianza hacia un Estado que abandonó al interior del país y que se preocupó en premiar al inversionista sin cumplir su rol distribuidor. Muchos peruanos ahora quieren estados dentro de otro estado. A estas alturas, el poblador del interior del país demanda más poder de decisión sobre su propio desarrollo, su territorio y recursos. Esto no es una necesidad social, es en sí una necesidad política.
El país demanda inclusión política más que inclusión social. El fujimorismo también implementó programas sociales y generó una sensación de falso bienestar que escondió un autoritarismo corrupto que compraba y no dialogaba. La promesa nacionalista es justamente lo contrario; encierra en el fondo la oportunidad de hacer un quiebre con la forma de hacer política. Como Humala dijo en su discurso de asunción al mando, su ideal de cambio «no se concibe sin concertación, sin diálogo político y sin el protagonismo de la gente».
¿Qué habrá provocado la amnesia gubernamental que le hizo olvidar el contexto y las promesas que le llevaron al poder? Para octubre del 2011, la Defensoría del Pueblo reporta 217 conflictos sociales, 154 de ellos por causas socioambientales. ¿Pueden los almuerzos escolares, la pensión no contributiva para las personas mayores y la implementación de centros de salud calmar las protestas de los pobladores por la inminente destrucción de sus tierras y la contaminación de la vital agua?
Integrar a un país dividido requiere diálogo y negociación. En el proceso de escuchar al otro, entender su diversidad y compartir propuestas se va creando compromisos que conllevan a la unidad. Ese es el sentido de la descentralización, especialmente en un país tan complejo como el Perú. El gobierno aún no ha desarrollado mecanismos de dialogo con la ciudadanía. Esta necesidad supera a cualquier estrategia de imagen. Debe ser una política de Estado. La reforma del mismo debe promover los procesos de desarrollo participativo que acerque al funcionario y al político con la población. La ley de consulta previa es un gran paso, pero limitado a la población calificada como indígena. Y he aquí también la inoperancia de los partidos políticos tradicionales que no teniendo base partidaria, pero sí representantes con curul, estos sufren de mal de altura y no sirven de nexo político para atender las aspiraciones ciudadanas. Es más, tienen la desverguenza de juzgar a los movimientos regionales que organizan a la población en legítimo pero exaltado reclamo.
La esperanzas depositadas en el nacionalismo estuvieron a punto de perderse. Hasta que Conga vuelva el gobierno tiene la urgencia de replantear sus estrategias.
«Sin embargo, transformar el país no es tarea fácil. No solo porque el cambio es siempre una tarea de multitudes, sino porque también implica enfrentar y superar nuestros problemas, proponer una nueva manera de convivir… La realidad nos interpela diariamente y nos exige un nuevo contrato social que haga posible la convivencia armoniosa de todos los peruanos».
Procure dormir bien Señor presidente. Lo va a necesitar para cumplir sus promesas.
Conga por Carlín
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